Por Federico Vázquez / Telam / Las elecciones llevadas a cabo este último fin de semana en El Salvador y Costa Rica muestran que el clima de época que caracteriza a la región desde hace ya más de una década, vinculado con el ascenso de fuerzas progresistas y de izquierda, se sigue verificando, más allá de los augurios sobre el cierre de una época.
Hace 22 años, el “comandante Leonel González†bajaba de las montañas para suscribir un Acuerdo de Paz con el gobierno, poniendo fin a la devastadora guerra civil salvadoreña. En el dÃa de ayer, esa misma persona, que en verdad se llama Salvador Sánchez Cerén, maestro, dirigente sindical y uno de los lÃderes de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo MartÆdurante los años 80´, ganó holgadamente las elecciones presidenciales de El Salvador.
El Frente de Liberación Nacional Farabundo Martà (FMLN) logró el 48,9% de los votos, mientras que el partido de ultra derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), reunÃa exactamente diez puntos menos. El sistema electoral salvadoreño estipula que si ningún candidato logra sacar más del 50% de los votos, sea cual sea la diferencia entre ellos, se debe ir a una segunda vuelta, a realizarse el 9 de marzo próximo.
La diferencia hace suponer que la segunda vuelta será poco menos que simbólica. Sin embargo, en esta elección también surgió una tercera fuerza, Unidad, que gira en torno al ex presidente Tony Saca. Obtuvo el 11% de los votos, prácticamente la diferencia entre los dos principales candidatos, lo que hizo que muchos lo acusaran de ser el responsable de dividir el voto conservador, y facilitar el triunfo del FMLN. Saca fue el último presidente de ARENA, que en el 2009 entregó el gobierno al progresista Mauricio Funes. Poco después rompió con su partido, llevándose a varios legisladores. A pesar de esta división objetiva de la derecha, el FMLN consiguió por sà solo bordear la mitad del electorado y le alcanza con sumar apenas treinta mil votos para asegurarse otros cinco años en el poder.
POR QUÉ GANÓ EL FMLN
La pregunta es válida, porque este pequeño paÃs centroamericano pasó casi sin solución de continuidad del azote de la guerra “interna†a una democracia condicionada cada vez más por las organizaciones delictivas (las famosas “marasâ€) que controlan parte del territorio y disputan -con éxito- el monopolio de las armas al Estado. A eso hay que sumarle una dependencia enorme económica y migratoria respecto a los Estados Unidos, que se resume en un sólo número: el 16% del PBI de El Salvador son las remesas de dinero que envÃan los emigrados a su paÃs de origen.
En este marco, el triunfo de un partido de izquierda con la trayectoria del FMLN adquiere una relevancia muy intensa. Las razones que lo explican son varias, algunas sorprendentes para una fuerza progresista:
Desde el 2009, en la anterior elección presidencial, el FMLN habÃa logrado, por primera vez en la historia, acceder al gobierno. Lo que no habÃa logrado mediante la revolución armada, llegaba por las urnas. Sin embargo, no lo habÃa hecho en forma directa, sino a través de un candidato extra partidario, Mauricio Funes, un periodista de la televisión, prestigioso y digerible para los sectores medios urbanos, que con un discurso moderado logró romper la hegemonÃa polÃtica de la derecha, que habÃa gobernado el paÃs prácticamente durante todo el siglo XX.
"El triunfo de un partido de izquierda con la trayectoria del FMLN adquiere una relevancia muy intensa. Las razones que lo explican son varias, algunas sorprendentes para una fuerza progresista."
El gobierno de Funes inició varios programas sociales de ayuda, inspirados en la polÃtica del PT brasileño (la mujer de Funes, Wanda Pignato, es brasileña y tiene fuertes vÃnculos con el partido de Lula). Aumentó las partidas para educación (del 2,8% al 3,45% del PBI) y de salud (del 1,7% al 2,4%). También hubo una reducción del analfabetismo, a partir del lanzamiento del Programa Nacional de Alfabetización que, de hecho, fue impulsado por el propio Salvador Sánchez Cerén, cuando era ministro de Educación, al comienzo del mandato de Funes.
LA SEGURIDAD, UN TEMA DE LA IZQUIERDA
Pero lo que tal vez resulta más interesante es que buena parte del triunfo se explica por la polÃtica de seguridad del gobierno progresista. Frente al crecimiento de las maras y el aumento exponencial de la tasa de homicidios y violencia, el gobierno de Funes se vio ante el dilema de repetir las fórmulas de la derecha o arriesgarse a inventar otro camino. En vez de insistir en las bien publicitada pero ineficaz “mano dura†(en El Salvador la derecha llegó a tener como slogan “la súper mano duraâ€), el gobierno de Funes comenzó una negociación entre las dos bandas más grandes del paÃs, la Salvatrucha y Calle 18. A comienzos de 2012, comenzaron los contactos y el intercambio pasó por trasladar a algunos cabecillas de las cárceles de máxima seguridad a otros centros penitenciarios del paÃs. Entre el 8 y el 10 de marzo de ese año, treinta presos que constituÃan los mandos superiores de estas organizaciones fueron trasladados. La devolución del favor fue casi inmediata: a fines de mes la PolicÃa Nacional informó que los asesinatos habÃan bajado un 40%.
Esto no significa un proceso de desarme por parte de estos grupos, ni un mayor avance del Estado en el control del territorio sino, más bien, una baja en la conflictividad entre las bandas. Lo que antes era una guerra abierta, en medio de los barrios, ahora se convirtió en un acuerdo de respeto por el lugar que ocupa el otro. La envergadura de esta “pacificación†es tal que superó, en poco tiempo, a las fronteras de El Salvador. Un año después el acuerdo -aún más explÃcito- se repitió en Honduras. AhÃ, un representante de Calle 18, declaró: “el diálogo es con el gobierno, nosotros vamos a respetar al otro grupo (la mara Salvatrucha) y ellos van a respetarnos a nosotros, vamos a respetar los territorios y a darse buenos resultadosâ€. El discurso, cercano al de un polÃtico en campaña, muestra en qué nivel está la instalación de una violencia sistémica y paraestatal en estos paÃses.
Volviendo a El Salvador (que hasta hace poco ostentaba el Ãndice de asesinatos por habitante más alto del mundo, entre los paÃses que no tienen una guerra declarada), este nuevo enfoque sobre la “seguridadâ€, puede entenderse como el comienzo de un segundo proceso de paz. Tal vez más complejo y trabajoso que el de 1992, donde los odios y enfrentamientos asumÃan, al menos, las formas de un enfrentamiento ideológico y social, donde la disputa era por el control del Estado y los actores podÃan reconocerse, a pesar de todo, como representantes de intereses contrapuestos.
Por eso mismo, el desafÃo del primer gobierno de la izquierda salvadoreña fue comenzar a tratar a estos grupos, ya no como simples “criminales†sueltos, sino como estructuras de poder concretas, con las cuales es necesario tener escenarios de negociación (por más que públicamente el gobierno siga negando cualquier acuerdo explÃcito con las maras), para bajar los niveles de violencia cotidiana en las calles. Desde este enfoque, el problema de la violencia puede entenderse como producto de la sociedad, antes que como un fenómeno “externoâ€, al que sólo hace falta “extirparlo†mediante la represión. HabrÃa que agregar que el fenómeno de las maras (al igual que el de las drogas) tiene una terminal en Estados Unidos, donde está el dinero, el consumo de estupefacientes y sus negocios derivados.
COSTA RICA, Y EL FIN DEL BIPARTIDISMO
Ampliando el foco, el triunfo del FMLN supone la consolidación de los gobiernos progresistas en América Central y el Caribe. Por ejemplo, para el gobierno sandinista de Nicaragua resulta relevante mantener a un viejo amigo de ruta, desde los tiempos de la insurgencia revolucionaria y es de suponer que la influencia de Venezuela en la región aumente con un gobierno aliado.
Con un vuelco ideológico menos pronunciado, también hubo cambios en Costa Rica. Este paÃs, que no tiene ejército y que logró una estabilidad polÃtica inédita en la región (desde 1948 no tuvo interrupciones militares), quebró finalmente un largo perÃodo de bipartidismo cerrado. Con un 30% de los votos, Luis SolÃs le ganó al candidato oficialista, Johnny Araya. El triunfo de SolÃs emerge ante el descontento por las polÃticas cada vez más neoliberales de los gobiernos costarricenses, que quebraron la tradición socialdemócrata que tenÃa el paÃs. Además, en tercer lugar, apareció una candidatura de izquierda, encarnada en José Villalta, que si bien quedó fuera de la segunda vuelta, cosechó un 17%, lo que lo ubicará como árbitro en el Congreso Nacional, donde tendrá una bancada nutrida.
En definitiva, el caso de Costa Rica, con el tono de moderación que tiene en su tradición histórica, está mostrando un cambio profundo en su sistema polÃtico, donde el bipartidismo aparece minado por nuevas fuerzas que van de la socialdemocracia a la izquierda, acompañando asà el contexto polÃtico que sigue siendo preponderante en América latina.
Extendiendo el latiguillo de uso local, las elecciones en América Central -a las que habrÃa que sumar la victoria de Bachelet en Chile- confirman que el “final de ciclo†de los gobiernos posneoliberales sigue siendo, antes que nada, una expresión de deseo.
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Imagen: www.infolatam.com